¿Los profetas han muerto? ¿Dónde están los profetas? ¿No hay quien tenga valor para denunciar «estas injusticias»?

¿Los profetas han muerto? ¿Dónde están los profetas? ¿No hay quien tenga valor para denunciar «estas injusticias»?
¿Qué sucedía en el hogar de María y José? ¿Qué rasgos tenían sus relaciones interpersonales? ¿Qué los unía?
Son de dos clases: los que pertenecen a falsas religiones, y los que equivocadamente pretenden hablar en nombre Dios.
Contemplemos los aspectos de esta maternidad, la más intensa y compleja relación que vivirá la madre de Jesús.
¿Dónde están los profetas que en otro tiempo nos dieron las esperanzas y fuerzas para andar, para andar?
El amor de María, extraordinario, hace de la renuncia una bandera a seguir e imitar.
«Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen" (Lc 8,21)
La que nos acompaña y ayuda para saber encontrar la luz de Dios en la oscura noche de nuestra vida.
Una Madre como María, entonces como ahora, hace posible dentro de la Iglesia la unidad la reconciliación y la armonía de todos sus hijos.
El Espíritu es la causa de la alegría que la inunda por completo. Sucede igual que a Jesús, cuando éste se alegraba, lo hacía en el Espíritu Santo.
María es madre. Es La Madre por excelencia. Y esto la conviene en la intercesora por excelencia, aquella a quien nos dirigimos deforma espontánea mientras se desgrana en nuestros labios una petición de ayuda, de consuelo, de luz para nuestras vidas, sin