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Tiempos fuertes

El desierto (6 de diciembre)

El desierto (6 de diciembre)

 El desierto se nos representa como tierra yerma, sin agua, estéril, donde acampa la desolación, la desesperanza, la tentación, la sed, y surge el vértigo de la soledad, y hasta el mal deseo de aniquilarse. 

La Misericordia (5 de diciembre)

La Misericordia (5 de diciembre)

Acabamos de clausurar las celebraciones del Año Santo Jubilar de la Misericordia. El Adviento nos invita, de nuevo, a la acogida del mayor signo de misericordia divina. “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el Sol que nace de lo alto”.

El Tocón (4 de diciembre)

El Tocón (4 de diciembre)

Quizá la razón del adorno de un abeto o de un pino con luces y espumillón, que poco a poco se impone en el tiempo de Adviento y Navidad, sea el deseo de producir un clima festivo y  hogareño, cálido, sin un sentido explícito religioso.

La Luz (3 de diciembre)

La Luz (3 de diciembre)

Si hay un símbolo que va tomando protagonismo en el Adviento es la luz. La llamada corona de Adviento, los adornos navideños, el árbol de Navidad engalanado con luces de colores, marcan el tiempo de la espera de la Nochebuena.

Con anhelo de esposa y de madre:¡Adviento!

Con anhelo de esposa y de madre:¡Adviento!

 Llega un nuevo Adviento. La Iglesia -¡miles de comunidades esparcidas por todo el mundo!- nuestra iglesia globalizada y localizada, se siente esposa, se siente madre. Aparecen en ella las señales de una impaciente espera. Aguarda. Vela. Se muestra inquieta.

Galilea (2 de diciembre)

Galilea (2 de diciembre)

 Hoy celebramos la fiesta de san Andrés, hermano de Simón Pedro, motivo para acercarnos, al atardecer, al Lago de Galilea, cuando los pescadores se disponen a faenar, a la hora de la brisa, como cuando el Creador bajó al jardín y llamó a Adán: “¿Dónde estás?

La alegría  de la salvación (IV Lunes de Cuaresma)

La alegría de la salvación (IV Lunes de Cuaresma)

La pedagogía de la Iglesia se deja sentir en la selección de los textos litúrgicos que se comienzan a proclamar en la cuarta semana de Cuaresma, en la que se nos ofrece la lectura del evangelio de san Juan, como referencia continua hasta la Pascua.

El agua que sana (IV Martes de Cuaresma)

El agua que sana (IV Martes de Cuaresma)

Es fácil descubrir la concurrencia que hoy se da en las lecturas. En el primer texto contemplamos el agua que mana del santuario, del lado derecho: “Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho” (Ez 47, 2). El salmista alude al correr de las acequias, que alegra la ciudad de Dios (Sal 45). Y la escena evangélica se sitúa junto a la piscina probática.

Retornos (IV Domingo de Cuaresma)

Retornos (IV Domingo de Cuaresma)

La Palabra nos invita, en la mitad del camino cuaresmal, a acrecentar la esperanza, porque es posible recuperar el santuario de nuestro corazón, de manera semejante a como aconteció en tiempos del exilio. “El Señor, el Dios de los cielos, me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!» (2 Cró 36, 22-23).

La justificación (III Sábado de Cuaresma)

La justificación (III Sábado de Cuaresma)

Es natural que deseemos adquirir el título por el que sentirnos justificados, como si eso se consiguiera por nuestros méritos y no por concesión de Dios, por su gracia. Pero debemos ser conscientes de la gratuidad, que no hemos merecido, que ha tenido el Creador con nosotros al darnos la vida y al redimirnos del pecado.

Tienen orejas y no oyen (III Jueves de Cuaresma)

Tienen orejas y no oyen (III Jueves de Cuaresma)

Impresiona la denuncia del profeta de quienes, habiendo sido testigos de tantos prodigios como el Señor hizo con ellos, desoyeron sus mandatos y tomaron el camino independiente de la voluntad divina. “Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy les envié a mis siervos, los profetas, un día y otro día; pero no me escucharon ni prestaron oído” (Jr 7, 25)

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