Esperar y Vigilar
Adviento significa Venida, Llegada. Durante este tiempo litúrgico las Iglesias cristianas se preparan para conmemorar, con el corazón y el espíritu preparado, hacer presente y celebrar con inmensa alegría el nacimiento de Jesús. Dos de las características principales de este tiempo que debemos potenciar son la esperanza y la vigilia.
I Martes de Adviento: (Is 11, 1-10; Sal 71; Lc 10, 21-24)
Has sido agraciado con la noticia más transformadora, la que te anuncia que Dios envía a su Hijo para salvación de la humanidad entera, por la acción del Espíritu Santo.
I Lunes de Adviento (Is 4, 2-6; Sal 121; Mt 8, 5-11)
Si gustas tu pertenencia a la Iglesia, si te sientes parte de ese resto que ha puesto su confianza en el Señor, y crees en la fuerza de la súplica, si no te avergüenzas de tu identidad cristiana, escucha la Palabra que hoy te dirige la liturgia.
I Jueves de Adviento
De los textos que nos ofrece la liturgia de Adviento, quedan en la memoria expresiones y palabras que invitan a despertar y disponer el ánimo, a permanecer vigilantes, atentos, conscientes ante la próxima venida del Señor.
I Miércoles de Adviento
La Liturgia nos sitúa en escenas iniciales de la vida de Jesús. En ello se descubre la pedagogía de despertar la sana memoria del momento en el que fuimos conscientes del paso del Señor por nuestra vida, el día en que sentimos la presencia interior que sació nuestra hambre y sed de sentido.
I Martes de Adviento
Al inicio del Adviento, la fiesta del apóstol San Andrés nos posibilita plantear este tiempo como tiempo propicio para difundir el mensaje del Evangelio, que no es principalmente una serie de verdades y preceptos, sino la persona de Jesucristo.
II MIÉRCOLES DE ADVIENTO (Is 40, 25-31; Sal 102; Mt 11, 28-30)
Con frecuencia nos sorprendemos al observar cómo algunas personas parecen incansables, a pesar incluso de su edad, y de sus muchas tareas. No son los estímulos humanos los que dan fuerza a quienes entregan su vida por amor. Han encontrado el tesoro de la esperanza.
I MARTES DE ADVIENTO: (Is 40, 1-11; Sal 95; Mt 18, 12-14)
Nuestro Dios es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en piedad. Nuestro Dios es bueno, como pastor que cuida su rebaño, como centinela que guarda la ciudad, como labrador que cuida su viña, como padre que ama a sus hijos.
II Lunes de Adviento: (Is 35, 1-10; Sal 84; Lc 5, 17-26)
Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios” (Is 35, 1-2).
8 de diciembre: Inmaculada Concepción (Gén 3, 9-15. 20; Sal 97; Ef 1, 3-6. 11-12; Lc 1, 26-38
En el texto de la Anunciación, se descubre la profecía del autor del libro del Génesis. Donde señala la descendencia de la mujer que vencerá al Malo, cabe contemplar el acontecimiento de la Encarnación.
II DOMINGO DE ADVIENTO: (Is 11, 1-10; Sal 71; Rom 15, 4-9; Mt 3, 1-12)
Parece como si el profeta no fuera de este mundo, como si no tuviera experiencia de la sociedad, y viviera en un universo idílico. Y sin embargo, su visión adelanta lo que después dirá San Pablo: “Revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador, donde no hay griego y judío; circuncisión e incircuncisión; bárbaro, escita, esclavo, libre, sino que Cristo es todo y en todos.