¿Donde están los religiosos está la alegría? “La tristeza es la polilla del alma”
La sociedad en la que estamos viviendo no es feliz. Expresión de ello es la indignación de quienes tratan de representar el “sentir de la gente” en los medios de comunicación (artículos, tertulias, entrevistas, manifiestos de partidos políticos). Peor es todavía echar una mirada al Parlamento, escenario del malhumor. ¡Cuánta tristeza, indignación circula por las bancada!
¿Dios es bello? ¡Impresionante fascinación!
Si nuestros contemporáneos experimentaran la belleza de Dios, ¿se mostrarían ante Él indiferentes? ¿Habría agnósticos? ¿Produciría espanto la religión? No es cuestión de inventarnos ahora a un Dios atractivo. Pero sí, de darnos cuenta, de cómo hay formas de hablar de Dios, de presentarlo, de vivirlo, que para nada lo vuelven atractivo…
¡Despertad al mundo! Hace tantos siglos nació… Hoy es… la vida consagrada
No sabemos a ciencia cierta cuándo nació o se despertó. En el grupo de Jesús todos eran probablemente casados: sus discípulos y sus discípulas. El celibato no era un requisito necesario, obligatorio, para entrar en el grupo especial de quienes –varones y mujeres- lo seguían (Lc 8, 1-3).
Dios con alma humana y el ébola (Pilar Rahola)
Traigo aquí un texto que me ha impresionado. Ella es mujer, catalana, política y de izquierdas. Ella sabe muy bien lo que es políticamente incorrecto. Y aquí hace ejercicio de incorrección. Yo hubiera querido escribir algo sobre el hermano de san Juan de Dios Miguel Pajares -a quien conocí y con quien conversé varias veces- y el hermano Manuel García Viejo.
Esperando la “buena noticia” de un Sínodo sin concluir
También la pareja matrimonial y la familia son objeto de atención pastoral (los bautizados) y misionera (los no bautizados) de la Iglesia. Si hoy se nos pide “conversión pastoral y misionera”, he aquí un ámbito importantísimo dentro de la Humanidad e Iglesia para que acontezca.
¿”Lo que Dios ha unido” (Mt 19,6)? ¡La pregunta!
Las palabras de Jesús “lo que Dios ha unido” (Mt 19,6) deberían conmovernos. Ellas revelan que millones y millones de uniones sentimentales, que millones y millones de pactos y de alianzas esponsales, tienen a Dios como principal protagonista. Esta es una foma inteligente de decir que Dios es Amor y que desea que Amor aliente y vivifique las relaciones esponsales.
La «Vocación dual»
En el lenguaje eclesiástico hemos olvidado frecuentemente que la esponsalidad y la paternidad o maternidad, el matrimonio, son una auténtica “vocación” humana y cristiana. La reivindicación de su carácter vocacional no deriva del deseo de una cierta “democratización” de la santidad, sino más bien del proyecto de Dios.
El elogio de la creatividad
Nos falta capacidad innovadora y creativa. Tendemos a repetirnos hasta la saciedad: los mismos tópicos y recursos, las mismas ideas y automatismos. Y cuando llega alguna novedad, se trata de una adaptación meramente superficial –¡puro maquillaje!-. Por eso, da la impresión de que llevamos siglos diciendo y haciendo las mismas cosas. La sensación de aburrimiento se apodera de nosotros.
Matrimonio cristiano: profecía en la sociedad líquida
Es reconocida por todos hoy la importancia de la familia en la misión evangelizadora como parte del Pueblo de Dios, y en la construcción del reino (LG, 34). La familia es fuerza de evangelización, santuario de la vida, don de Dios (Ecclesia in America, n. 46).
¿Donde están los religiosos está la alegría? “La tristeza es la polilla del alma”
La sociedad en la que estamos viviendo no es feliz. Expresión de ello es la indignación de quienes tratan de representar el “sentir de la gente” en los medios de comunicación (artículos, tertulias, entrevistas, manifiestos de partidos políticos). Peor es todavía echar una mirada al Parlamento, escenario del malhumor. ¡Cuánta tristeza, indignación circula por las bancada!
¿Dios es bello? ¡Impresionante fascinación!
Si nuestros contemporáneos experimentaran la belleza de Dios, ¿se mostrarían ante Él indiferentes? ¿Habría agnósticos? ¿Produciría espanto la religión? No es cuestión de inventarnos ahora a un Dios atractivo. Pero sí, de darnos cuenta, de cómo hay formas de hablar de Dios, de presentarlo, de vivirlo, que para nada lo vuelven atractivo…