Al hilo del salmo 118, meditación sobre la Palabra de Dios, la roca sobre la que construir la vida.
Artículos en:
Aprendiendo el Padrenuestro
El servicio de la Palabra Apostólica
La predicación es un servicio esencial de la Iglesia primitiva y de la Iglesia actual. Hay personas que reciben el carísima de la predicación, pero toda la comunidad se siente corresponsable.
La palabra interpeladora de Jesús
Nuestro anuncio del evangelio tiene que surgir de una fuerte experiencia de Dios y de la Buena Noticia de su Reino
Transmitir la Palabra: la familia y los profetas
Antes que pueblo del libro, Israel es el pueblo de la palabra vivida, predicada, trasmitida y celebrada.
Verdaderos y falsos profetas
Son de dos clases: los que pertenecen a falsas religiones, y los que equivocadamente pretenden hablar en nombre Dios.
Apasionados por Dios y por el pueblo
¿Dónde están los profetas que en otro tiempo nos dieron las esperanzas y fuerzas para andar, para andar?
Lectura comunitaria de la biblia
Les cuento una primera experiencia en las montañas de la costa atlántica de Colón (Panamá). Son más de 100 comunidades de raza negra y mestiza. Conviví con estas comunidades esparcidas a lo largo de los ríos, selva adentro y en las costas durante diecisiete años. El principal exponente de esta experiencia son los Delegados de la Palabra de Dios.
Nuevo decálogo de Benedicto XVI sobre la palabra de Dios
Al hilo del salmo 118, meditación sobre la Palabra de Dios, la roca sobre la que construir la vida.
El servicio de la Palabra Apostólica
La predicación es un servicio esencial de la Iglesia primitiva y de la Iglesia actual. Hay personas que reciben el carísima de la predicación, pero toda la comunidad se siente corresponsable.
La palabra interpeladora de Jesús
Nuestro anuncio del evangelio tiene que surgir de una fuerte experiencia de Dios y de la Buena Noticia de su Reino
Transmitir la Palabra: la familia y los profetas
Antes que pueblo del libro, Israel es el pueblo de la palabra vivida, predicada, trasmitida y celebrada.
Miércoles de la XXXIV Semana del Tiempo Ordinario
Lc 21,12-19. Todos os odiarán por causa mía, pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá
¡No hay eventos!