Hoy las lecturas se centran en el sentido de la escucha. La llamada a escuchar es una de las más importantes de toda la Sagrada Escritura. La encontramos cuando Dios va a comunicar a su pueblo el Mandamiento Principal: “Escucha, Israel”.
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Hoy las lecturas se centran en el sentido de la escucha. La llamada a escuchar es una de las más importantes de toda la Sagrada Escritura. La encontramos cuando Dios va a comunicar a su pueblo el Mandamiento Principal: “Escucha, Israel”.
Por iniciativa de Dios, hemos recibido una revelación positiva, que nos permite conocer su identidad. Desde el Génesis al Apocalipsis, los textos revelados nos ofrecen lo que Dios ha querido decirnos de sí mismo.
Hoy es un día de rendir la mente, de sobrecogerse y adorar, porque acontece el plan que Dios tenía previsto desde antiguo: redimir a la humanidad haciéndose Él mismo hombre.
El agua evoca el bautismo. Esta mediación sacramental, por humilde que sea, concede el don de la filiación divina y limpia los pecados. Se podría considerar cómo la providencia de Dios se vale de lo pequeño, de lo humilde, como una sierva extranjera, o del agua de un pequeño río. Pero en el contexto cuaresmal, las lecturas señalan la noche de Pascua.
Hay textos bíblicos que se comprenden mejor si se leen en un entorno más amplio. Aunque pueden tener un sentido literal, se abren a un significado espiritual más hondo. El pasaje del Evangelio en que se describe el encuentro de Jesús con la samaritana, es uno de los ejemplos más emblemáticos
¡Qué distinto es el Dios revelado de la proyección que podemos hacer de Él basándonos en nuestra imaginación! Nunca comprenderemos hasta qué punto ama Dios a su criatura. Hasta ha sido capaz de morir por ella.
La vida diaria se puede iluminar con la luz de la Palabra, y es posible que cada vez descubramos aspectos muy diferentes de los que hemos captado en otros momentos.
¿Qué es más, que tú te comprometas con Dios, o que Dios se comprometa contigo? Sin duda que Dios se comprometa, porque Él es fiel y cumple su palabra. Puede parecer que Él queda hipotecado a la fidelidad humana, pero una vez que se compromete, no se retracta.
¿A quién no le gusta que le perdonen sus errores? ¿Quién es tan sádico que prefiera convivir con sus sombras, en vez de dejar que entre en su corazón la gracia del perdón?
Podríamos creer que las personas de oración tienen experiencias especiales en su trato con Dios, y que la oración de súplica es expresión de menor calidad en ese trato.
Si hay una llamada de la Iglesia en Cuaresma a través de los pasajes bíblicos seleccionados para la Liturgia de la Palabra de cada día, es, sin duda, la invitación permanente a convertirnos.