Hay historias que no se comprenden hasta que se ve, al final, el desenlace. Desde la cumbre del camino espiritual, lo que se creía desgracia, pasado el tiempo, se descubre como hecho providente.
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Hay historias que no se comprenden hasta que se ve, al final, el desenlace. Desde la cumbre del camino espiritual, lo que se creía desgracia, pasado el tiempo, se descubre como hecho providente.
La concordancia de las lecturas nos señala dónde buscar la felicidad. La dicha y la bienaventuranza nos acontecerán si confiamos en el Señor y si hacemos oídos sordos a las insinuaciones del Tentador, o de aquellos que viven de espaldas a Dios.
Dios no improvisa; su acción sigue un plan providente, diseñado desde antiguo. En Abraham, en David y en los profetas se adelantan los últimos tiempos, y cobran sentido desde el acontecimiento de la Encarnación.
Uno de los dones que debemos cuidar es el de la sensibilidad de la conciencia. La peor enfermedad es la que se sufre y se ignora. La percepción de haber pecado puede llevar a diferentes reacciones; las más adecuadas son la humildad y la súplica de perdón.
La Palabra nos advierte del riesgo que corremos, si nuestras afirmaciones no concuerdan con nuestra vida. Si pronunciar un discurso ideológico, sin coherencia, es grave, aún lo es más si ese discurso pertenece al ámbito religioso.
La pedagogía de la Iglesia, al seleccionar el pasaje de la Transfiguración para el segundo domingo de Cuaresma, muestra la clave en la que debemos vivir este tiempo, a la luz de la Pascua.
En el pórtico de la Cuaresma, las lecturas nos llamaban al ayuno, a la limosna y a la oración. Hoy se nos instruye de manera especial en la oración cristiana que, como dice Jesús en el Evangelio, no consiste en dar gritos ni en hacer aspavientos, sino todo lo contrario.
Desde el primer domingo de Cuaresma, las lecturas nos ofrecen la perspectiva de la Pascua. Gracias a quien será levantado en alto, vendrá sobre la tierra la Alianza definitiva, no solo la que selló Dios con Noé -“Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes.
Si quieres avanzar por el camino del Señor sin caer en el error del subjetivismo, y acertar siempre con la dirección adecuada, deberás tener en cuenta lo que Dios reveló a Moisés y que es precisamente la vocación de todos a la santidad: “El Señor habló a Moisés: -«Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: "Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo” (Lev 19, 1-2).
Acabamos de iniciar el tiempo de Cuaresma. En los primeros días, la Liturgia de la Palabra está desplegando el mapa de nuestro recorrido. Nos anticipa las actitudes que nos conviene mantener en la travesía y el equipaje necesario para el camino.
En Cuaresma, se nos invita a la penitencia y los viernes de manera especial. Sin embargo, no se puede perder de vista el sentido cristiano de la ascesis, que no es otro que el deseo de compadecer con Cristo y con quienes sufren hoy los rigores de la Pasión del Señor.