Las palabras de Jonás, que hoy nos refiere la primera lectura, vuelven a situarnos en este tiempo propicio.

Las palabras de Jonás, que hoy nos refiere la primera lectura, vuelven a situarnos en este tiempo propicio.
La Cuaresma es tiempo de oración, de abrirnos a las mociones consoladoras del Espíritu.
Celebramos hoy la Cátedra de San Pedro, fiesta de comunión con el ministerio con el Papa.
Los viernes de Cuaresma, tienen una especial resonancia, por la memoria de la Pasión de Cristo.
Es tiempo de ternura, de sentimiento, de dejar entrar la mirada del que sufre, del hambriento o el marginado
Una circunstancia temporal se convierte en llamada a interrumpir nuestra posible inercia.
Es momento propicio de acoger la Palabra y de hacerla vida. Quien actúa desde la Palabra convierte su historia en experiencia de salvación y conoce la perfección.
En esta celebración penitencial, que es como una prolongación de la gracia del Bautismo, queremos unirnos también a la muerte y resurrección de Cristo.
No tenemos un Dios incapaz de oír las súplicas de sus hijos. Por el contrario, una diferencia entre nuestro Dios y los ídolos es que estos tienen orejas y no oyen, mientras que el Señor escucha el grito de los que le suplican.
Observa la actitud del rey de Nínive. Se despoja de su manto y se viste de saco. Con esa imagen se desea simbolizar un cambio profundo de vida. El manto es la identidad personal.
La Palabra de Dios es fiel. Dios cumple su Palabra, hace lo que dice. No se retracta la promesa, aun en daño propio. La voluntad divina siempre es favorable al hombre. Pedir que se lleve a cabo el plan de Dios es un beneficio para toda la sociedad.