Orar es vivir conscientemente dentro de Dios. Eso es todo.
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Orar es vivir conscientemente dentro de Dios. Eso es todo.
Podemos pasar tiempo lejos de nuestra pareja, pero no podemos vivir alejados del teléfono móvil.
La verdadera penitencia es trabajar, darse a los otros, o soportar los pinchazos de la vida de comunidad…
Amar a todos es ser vulnerable. Amalo todo, y ciertamente tu corazón se retorcerá y posiblemente se romperá.
Jesús no nos abandonará, aunque le demos la espalda. Aunque le olvidemos, Él nos recuerda siempre.
Si realmente queremos orar, tenemos que dedicar tiempo.
Hemos alcanzado el final de la cuarentena. Nos parece mentira. El proyecto parecía difícil, y sin embargo, una vez más, se cumple la Palabra del Señor. Él da el maná, la fuerza, la luz, la capacidad para cada día.
Estamos a punto de alcanzar el final de la cuarentena cuaresmal. Como si estuviéramos a las puertas de entrar en la Tierra de la Promesa, Ezequiel adelanta proféticamente la meta del camino, la celebración de la alianza de Dios con su pueblo. “Haré con ellos una alianza de paz, alianza eterna pactaré con ellos”.
En este día, no olvidamos la advocación de la Virgen de los Dolores. Ella es la mujer fuerte. Si Susana, los jóvenes de Babilonia y Jeremías no se arredraron frente a quienes los perseguían, la madre de Jesús acompañará a su Hijo hasta el pie del madero, sabiendo también de quién se ha fiado.
La fiesta de la Solemnidad de la Anunciación y Encarnación que celebramos hoy tiene la mayor importancia dentro del calendario litúrgico, y en la Historia de la Salvación. Merece contemplar el Misterio en el que se funda nuestra fe, no apartar los ojos de la mujer que concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrá por nombre Emmanuel.
Es bueno ir disponiéndonos para los días santos, de modo que la próxima semana no signifique un cambio excesivamente brusco al celebrar de los días de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.