La unión resultante del invierno profundo y la preparación santa convierte la reflexión, incluso la penitencia, en una actividad natural
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La unión resultante del invierno profundo y la preparación santa convierte la reflexión, incluso la penitencia, en una actividad natural
Buda dijo que no basta hablar sobre lo que es beneficioso, sino que tenemos que practicarlo.
Sorprende la frecuencia con la que es usada en la Sagrada Escritura la imagen del buen pastor.
Todo puede bendecirnos, pero tenemos que estar allí para que la bendición se produzca.
En el sufrimiento se esconde la fuerza ascendente del mundo de una manera muy intensa.
La sociedad actual es una especie de mundo anónimo en el que nadie desea admitir la culpa y en el que todos son responsables.
Frente a una situación de pecado, la solución es volver a Dios, elevar los ojos hacia la Cruz, y comprender lo que significa que donde estuvo la razón de muerte y de pecado, se nos ofrece el perdón y la vida.
Entramos en un tiempo recio, se precipitan los acontecimientos. Las imágenes que nos ofrecen las lecturas de la Liturgia de la Palabra de estos días plasman hechos dramáticos en relación con la Pasión de Cristo.
“Señor, Dios mío, a ti me acojo, Líbrame de mis perseguidores y sálvame, que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio” (Sal 7).
Como alivio del color morado, como oasis en el desierto, como palmera en el arenal, la fiesta de San José nos ofrece un descanso en el camino penitencial, a la vez que las lecturas bíblicas nos confirman el mensaje más esperanzador de parte de Dios.
Siempre sorprende cómo la Palabra de Dios ofrece una salida cuando parece que todo se cierra o se oscurece. Aún en las peores circunstancias, siempre, hay quien intercede por el pueblo.