Compartimos el mundo con más de siete mil millones y medio de personas, y cada uno de nosotros tiene el indomable e innato sentimiento de que somos especiales y destinados de una manera única. Esto no es sorprendente, ya que cada uno de nosotros es verdaderamente único y especial. Pero ¿cómo se siente uno especial entre otros siete mil millones y medio?
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En el exilio
El celibato, revisitado
Escribir en primera persona siempre resulta un riesgo, pero el tema de esta columna es mejor hacerlo -siento yo- a través del testimonio personal. En un mundo donde la castidad y el celibato son vistos como ingenuos y dignos de compasión, y donde existe un general escepticismo de que alguien los viva realmente, el testimonio personal es quizás la protesta más efectiva.
Nuestro pecado más común
Clásicamente, el Cristianismo ha catalogado siete pecados como “mortales”, significando que casi todo lo demás no virtuoso que hacemos toma su raíz, de alguna manera, en una de estas congénitas tendencias. Estos son los odiosos siete pecados: orgullo, codicia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza.
Fe y superstición
El poder de una cláusula subordinada, un matiz en una frase… y todo adquiere un significado diferente. Ese es el caso que se da en una reciente novela, brillante pero provocativa, The ninth hour (“La hora nona”), de Nina McDermott. Cuenta una historia que, entre otras cosas, se centra en un grupo de monjas de Brooklyn que trabajan con los pobres.
¿Cómo actúa Dios en nuestro mundo?
Hay una singularidad en los evangelios que pide una explicación: Jesús -según parece- no quiere que la gente conozca su verdadera identidad como el Cristo, el Mesías. Continúa avisando a la gente que no revele que él es el Mesías. ¿Por qué?
Superar las divisiones que nos dividen
Vivimos en un mundo de profundas divisiones. Por dondequiera vemos polarización, gente amargamente dividida entre sí por ideología, política, teoría económica, creencias morales y teología.
Pero ¿dónde están los otros?
La mayoría de nosotros hemos sido educados para creer que tenemos el derecho a poseer todo lo que nos viene honradamente, tanto por nuestro propio trabajo como por legítima herencia. Sin importar lo cuantiosa que pueda ser la riqueza, es nuestra, con tal de que no defraudemos a ninguno a lo largo del camino.
Nuestra lucha por la celebración adecuada
No sabemos celebrar las cosas como deben ser celebradas. Queremos hacerlo, pero por lo común no sabemos cómo. Generalmente lo celebramos mal. ¿Cómo lo celebramos de ordinario? Exagerando las cosas; realizando muchas de las cosas que hacemos ordinariamente: bebiendo, comiendo, conversando, cantando y divirtiendo, y llevando esto a la exageración.
Lecciones a causa del fracaso
¿Qué hay que aprender de nuestro fracaso, de ser humillados a causa de nuestras propias culpas? Generalmente, esa es la única manera como crecemos. Al ser humillados por nuestras propias insuficiencias, aprendemos esas lecciones de la vida a las que somos sordos nos cuando pavoneamos llenos de seguridad y orgullo.
Relaciones inacabadas
Un compañero mío, terapeuta clínico, me cuenta esta historia: Una mujer acudió a él con una considerable angustia. Su esposo había muerto recientemente de un ataque de corazón. Su muerte había sido repentina y en un momento muy inoportuno. Habían estado felizmente casados durante treinta años y, durante todos esos años, nunca habían tenido una considerable crisis en su relación.
Luchando dentro de nuestra propia piel
He sido a la vez bendecido y maldecido por una inquietud congénita que no siempre me ha hecho fácil la vida. Me acuerdo siendo niño correteando incansablemente por la casa, el patio, y después por lo abiertos campos de la finca de mi familia, en las praderas.