Es un texto impresionante. San Pío X, papa, se lo ofreció a la Iglesia. Hoy, día de su memoria, conviene recordarlo, meditarlo. Es una invitación a participar con toda nuestra atención y cordialidad en ese gran coro polifónico e incesante de la Iglesia, en esa sinfonía divino-humana inacabable, que resuena en nuestro mundo todos los días, a todas las horas y en los lugares más insospechados.
