Dios es amor. Y quiere que todos se salven. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar ese amor? ¿Por qué, a veces, como a los contemporáneos de Jesús, nos parece mal que la salvación llegue a todos? Tenemos nuestra idea de la salvación y de los salvados.
![Sábado después de Ceniza](https://www.ciudadredonda.org/wp-content/uploads/uplo/d//3a20b23c425b3783e9c6a11400b282ce.jpg)
Dios es amor. Y quiere que todos se salven. ¿Por qué nos cuesta tanto aceptar ese amor? ¿Por qué, a veces, como a los contemporáneos de Jesús, nos parece mal que la salvación llegue a todos? Tenemos nuestra idea de la salvación y de los salvados.
Todos hemos asistido a alguna boda. El ambiente es de alegría, la gente participa de un proyecto nuevo de vida, y se nota. Eso en el “mundo”. En nuestra vida espiritual, sabemos que la Iglesia ha encontrado a su Esposo, vivimos en una boda permanente, porque Jesús nos ha elegido.
Quizá está reciente todavía la alegría de la Navidad. En Navidad comienza todo, y nos preparamos durante cuatro semanas. En la Pascua cobra sentido toda nuestra vida cristiana. Merece la pena prepararse.
La Cuaresma nos prepara para la Pascua. Que, como sabemos, no es una cosa demasiado bonita. Desde el principio, la Liturgia nos va marcando el camino. Jesús no engaña. Ni oculta la verdad.
La propuesta de fraternidad de Dios supera cualquier previsión. «Recogeré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido», nos dice en la primera lectura de hoy. Será la voluntad de Dios la que establezca los límites de la fraternidad.
La confianza en Dios te lleva a entender que, efectivamente, sondea las entrañas y el corazón. La experiencia de fe se sitúa en la profundidad del ser humano. Por eso, la construcción de la fraternidad, nos exige y posibilita reconocer el valor de cada persona.
Tenemos una memoria de elefante para recordar todo aquello que nos ha ofendido. La “lista negra” no se nos olvida fácilmente. No matamos, porque no tenemos armas, pero si las miradas (o las palabras) matasen, habría muchos asesinos.
En la línea del mensaje del Padrenuestro, se nos recuerda la importancia de pedir. Somos tan autosuficientes que nos cuesta mucho abrirnos, mostrar nuestras
debilidades, y solicitar ayuda.
A todos nos gustan las seguridades. Ahora se llama “zona de confort”, pero ese deseo ha existido siempre. Quisiéramos saber con certeza que vamos a estar casados y ser felices con nuestra pareja, o que el sacerdocio nos va a dar la felicidad. No hay garantías.
El recientemente fallecido Benedicto XVI nos ha dejado unas bellas catequesis sobre la oración del Padre Nuestro, además del capítulo sobre la oración en el Catecismo de la Iglesia Católica
Cuando los estudiantes tienen un examen, les gustaría conocer de antemano las preguntas, para prepararse mejor. Los exámenes dan miedo, aunque te hayas
preparado bien.