Todos buscamos la felicidad cada cual elige un camino para llegar a ella, a veces la elección es errónea y nos topamos de bruces con el vacío y la nada.

Todos buscamos la felicidad cada cual elige un camino para llegar a ella, a veces la elección es errónea y nos topamos de bruces con el vacío y la nada.
Se recupera algo que pertenece al patrimonio común de toda la Iglesia, pero que durante mucho tiempo había quedado continado prácticamente a los monasterios.
Cuando nos miramos y seguimos profundizando aprendemos a leer en el corazón como en un evangelio escrito.
La Palabra de Dios, en cuanto permite encarnar el ideal evangélico en actitudes concretas, es el instrumento más adecuado para superar la escisión entre fe y vida diaria.
Quien desconoce la Biblia desconoce a Jesucristo, todo en nuestra fe tiene en la Escritura su alimento y su criterio de juicio y discernimiento.
Necesitamos leer, contemplar y orar la Palabra desde la misma vida, y en concreto desde la vida de los pobres.
No podemos permanecer indiferentes ante el hambre y la sed de muchos hermanos nuestros, sobre todo cuando es la falta de justicia social la que provoca tales situaciones.
«Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra», Estas palabras forman parte del mensaje central de Jesús. No han sido amortizados por la historia posterior. El contraste con la realidad actual es evidente. Jesús no se apunto a la fuerza. Se apun
Las bienaventuranzas nos revelan un mundo al revés. Según ellas son felices los pobres y los hambrientos.
Todos buscamos la felicidad cada cual elige un camino para llegar a ella, a veces la elección es errónea y nos topamos de bruces con el vacío y la nada.
Se recupera algo que pertenece al patrimonio común de toda la Iglesia, pero que durante mucho tiempo había quedado continado prácticamente a los monasterios.