Lo comprobamos nosotros mismos, poniendo la mano sobre nuestro corazón.
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Lo comprobamos nosotros mismos, poniendo la mano sobre nuestro corazón.
Que sepa hacerte visible en el centro de mi comunidad que es la tuya.
Señor Jesús, gracias por haberme llamado a cuidar a mis hermanos enfermos.
Uno para todos: hombres y mujeres, negros y blancos, sanos y enfermos, ateos y creyentes.
No permitas, Señor, que viva y muera con un corazón egoísta, preocupado sólo de tener yo lo necesario.
Ayúdanos, Señor, a acoger la vida que tú nos regalas y a cultivarla día a día.
María les recordaba el modo de ser de Jesús, sus gestos y palabras.
Señor, el que amas está enfermo, y tú vas a curarlo porque eres el médico y la medicina de Dios. Por eso te damos gracias. Sólo tú posees el secreto de la salud y de la vida.
El pecado, el poder del mal en el mundo nos pone a prueba. No podemos ceder, como no cedió Jesús.
Bajo las olas agitadas del odio, cuánta bondad, Señor, y cuánto amor hay en nuestro mundo.
Salmo de un enfermo del corazón